Sobre el Ser – Y Dejar de Ser – Su Obispo
Bishops Messages, Bishops' Messages Espanol
Published in the Winter 2021-2022 issue.
En la convención anual de la Diócesis de Nueva York celebrada el mes pasado, solicité la elección de un Obispo Coadjutor, con lo que también anuncié mi intención de retirarme. Ese anuncio pone en marcha periodos de transición tanto para la Diócesis de Nueva York como para Margaret, para mí y para nuestra familia. Estas transiciones están comenzando ahora, y se completarán a principios de la primavera de 2024, cuando el próximo obispo sea nombrado el XVII Obispo de Nueva York, y Margaret y yo nos reasentaremos en la zona rural de Nueva Inglaterra, no muy lejos de nuestra hija menor, su esposo e hijos.
En mi discurso señalé que apenas unos días antes de nuestra convención había cumplido 68 años, y que en el momento de la entrega de mando el 2024 tendré 70, justo un año y medio antes del retiro obligatorio de los ministros ordenados en la Iglesia Episcopal. También observé que en octubre cumplí veinte años trabajando para la Diócesis de Nueva York, la mitad de ellos como Pastor Canónigo bajo el Obispo Sisk, y la otra mitad como Obispo. También dije que en esa misma semana presencié el décimo aniversario de mi propia elección como Obispo Coadjutor, para servir con el Obispo Sisk hasta su retiro. Por muchas razones, siento que es el momento adecuado. Todavía no estoy preparado para dejar las responsabilidades para las que fui llamado, pero creo que lo estaré cuando llegue el momento.
El proceso de jubilación del Obispo Diocesano de una diócesis tan grande y compleja como la de Nueva York es un proceso complicado de muchos pasos. La elección del Obispo Coadjutor tendrá lugar en nuestra catedral el sábado 3 de diciembre de 2022. La consagración del Obispo Coadjutor está programada para el 20 de mayo de 2023. Esas fechas han sido elegidas en consulta con la catedral y con el Obispo Presidente, por lo que son fijas e inamovibles. El Comité para la Nominación del Obispo debe completar su trabajo antes de esas fechas. Después de su consagración, asignaré al nuevo coadjutor partes de la jurisdicción de la diócesis, para que trabaje junto a mí, así como con los obispos Allen Shin y Mary Glasspool. La toma de posesión del XVII Obispo está prevista para el 16 de marzo de 2024, aproximadamente.
En agosto, Margaret y yo compramos una casa en Nueva Inglaterra, a la que nos mudaremos cuando nos jubilemos, que nos gusta mucho, y que tendrá un espacio de estudio adecuado para permitirme volver a mi anterior ocupación, ahora como un pasatiempo, dibujar caricaturas durante mi retiro. Estamos empezando a anticiparnos a ese próximo capítulo de nuestras vidas, y nos damos cuenta de que hay muchas cosas que nos ilusionan. Para mí, la más importante es la posibilidad de redescubrirnos el uno al otro en una época de menos obligaciones y responsabilidades. En marzo cumpliremos 45 años de matrimonio, lo cual es mucho tiempo. Bromeo con que los meses de COVID en los que estuvimos confinados durante largos periodos en nuestra casa se convirtieron en una especie de entrenamiento para la jubilación. Descubrimos que seguimos amándonos, que nos sigue gustando estar cerca el uno del otro, y nos parece una bendición imaginarnos envejeciendo juntos. Y hacerlo donde puedo observar las estrellas y trazar las constelaciones, en un lugar donde el cielo se vuelve muy oscuro durante la noche. Eso también me parece una bendición.
Antes de que el obispo Sisk me llamara a Nueva York para ser su Pastor Canónigo, yo había sido párroco durante varios años. Me gustaba. Lo sentí entonces, y sigo sintiéndolo, que es en la parroquia donde tienen lugar los verdaderos milagros y maravillas de la Iglesia. Cuando era Canónigo, asumí que cuando el Obispo Sisk se retirara, yo volvería al ministerio parroquial para el capítulo final de mi carrera en el ministerio ordenado. De hecho, cuando me nominaron como Obispo, mi principal ansiedad al respecto era la constatación de que, si era elegido Obispo, mi sueño de volver algún día al ministerio parroquial no se haría realidad. Y tenía razón en eso.
Pero descubrí que había compensaciones al ser obispo que han enriquecido mi vida de manera inconmensurable. Gran parte del trabajo consiste en apoyar al clero, a los líderes laicos y a las congregaciones en el ministerio y la misión de nuestras casi doscientas iglesias a lo largo de la gran diversidad de esta diócesis. He trabajado con dos obispos muy talentosos que se han convertido en buenos e íntimos amigos, además de un personal extraordinario, y puedo ver y nombrar las cosas que hemos hecho juntos en esta diócesis, que han elevado la vida de nuestras iglesias de muchas formas, todas profundamente satisfactorias. Pero el gran regalo del episcopado es levantarse todos los domingos por la mañana (excepto en época de pandemia) e ir a otra de mis iglesias para administrar los sacramentos y reunirme con los líderes, predicar a los fieles y recordar una y otra vez por qué amo la vida parroquial, recibir la bendición y la invitación de entrar en esa vida en todos estos lugares y culturas, ver a través de todas las grandes diferencias de nuestras iglesias las innumerables facetas de la misión de Dios y dar gracias por ello y por todo. Es eso -mis queridos sacerdotes y diáconos, mi amado pueblo, y los milagros que son mis iglesias- por encima de todo, lo que echaré de menos cuando me retire, y es esto, lo más precioso que tengo, que le daré como regalo al próximo Obispo.
Tenemos mucho trabajo por delante durante los próximos dos años, y luego la diócesis continuará, con un nuevo liderazgo, y verá y descubrirá todo lo que Dios tiene reservado para esta iglesia en los tiempos cercanos y lejanos que están por venir, en medio de un pueblo bien equipado con coraje, fuerza y fe para enfrentar y cumplir con los desafíos y alegrías de cada nuevo día. Que Dios nos bendiga a todos, y a la maravillosa Diócesis de Nueva York.